¿Habéis comido alguna vez un chicle con sabor a alquitrán-tren? Lo dudo. Imagináis, por un momento, hacer una pompa y estampar raíles en la mejilla de vuestro compañero de clase?
Dice la leyenda que en 1860 hubo un niño,Mamut -muy amigo de Charlie (el de la fábrica de chocolate)- que soñaba con comer chicles de todos los sabores posibles. Fue su padre, Chikle Morris, quién le contagió su enfermiza necesidad por experimentar con la extensión, con los límites, con materializar el concepto: Abarcar.
Chikle, el inventor del chicle, el precursor del Bluetag, el creador de la elasticidad en la boca le prometió a su hijo que crearía los chicles con los sabores que él deseara.
Un día Mamut quiso un chicle sabor tren. Aquél día, el comentario inocente de un niño haría avanzar la historia del arte. Fue un pequeño y estúpido paso para aquél niño, pero un gran paso para la Humanidad. Y nunca fuimos a la luna.
Chikle estuvo meses y meses tratando de concentrar la esencia del tren... pero no lo conseguía. Un mago le contó que según la Alquímia,dos elementos de la misma naturaleza tenían problemas para combinarse.
En esencia, Mamut deseaba un chicle que le hiciera saborear exactamente aquello que volvía loco a su padre y motivo por el cual éste último llegó a inventar la susodicha chuchería: Abarcar.
Era imposible hacer un chicle con sabor a chicle.
Chikle Morris murió sin poder crear un chicle sabor tren.
Según cuenta la leyenda fue su hijo, Mamut Norris, quién siguió con la labor de su padre y dedicó 40 años de su vida a tal búqueda.
Próxima parada: Fin de trayecto. Lo consiguió.
El chicle sabor raíles hecho imágen.
Caminante no hay camino, se hace camino al an andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Hace algún tiempo en ese lugar, donde hoy los bosques se visten de espinos, se oyó la voz de un poeta gritar: Caminante no hay camino!
Golpe a golpe, verso a verso.
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